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Militancia y Desapariciones en Flores

“Estamos ciegos de ver,

cansados de tanto andar,

estamos hartos de huir

en la ciudad.”

Fue el primer mártir obrero. Fue delegado en una fábrica metalúrgica. Fue militante de la JP. Fue víctima del terrorismo de Estado. Es un emblema de nuestro tiempo. Felipe Vallese.

La noche del 23 de agosto de 1962, bajo la presidencia dictatorial de José María Guido, un joven de 22 años caminaba por la calle Canalejas cuando fue abordado por un grupo de tareas, que intentó (y consiguió) meterlo en un auto. Felipe se agarró del árbol que estaba frente a la casa N° 1776. Sus gritos inquietaron a la vecindad y sus uñas quedaron clavadas en el tronco. Nunca más se supo de él.

Oscar Vitola, ex Capitán del Ejército, era militante peronista. Respondía al futuro Ministro de Juan Perón, Gral. Iníguez. Mucho antes de la campaña que impulsaba “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, en los albores de los ’70, Vitola –que había sobrevivido al fusilamiento del Plan Conintes- abrió una Unidad Básica en la calle Neuquén y Fray Cayetano Rodríguez, que bautizaron con el nombre “Los Caudillos”. Allí se sumaron Néstor Bilancieri, Carlos Melena, Hugo Velázquez, el Gordo Puchi, Miguel Foncuevas, Gabriel Goitía, Néstor Sanmartino, Héctor Díaz, Carlos Tedeschi, el turco Adisi, Raúl Lagos, el Chiva, Néstor Porro, las hermanas Dorita y Teo, los hermanos Bertoni –Osvaldo y Horacio- y su madre Norma, los Cachos Ropero y Gerez, Pelusa Garrica v su madre (enfermera del Hospital Rivadavia, que luego desapareció durante el régimen dictactorial de Videla), muchos miembros de la tendencia revolucionaria, como Horacio González. Con ellos militaba el hermano de un referente barrial: Italo Vallese. Se juntaban alrededor de cien personas, eran tiempos de preparar el regreso del Gral. Perón, eran tiempos de venturosos cambios y de revolución.

Sobre Helguera y Neuquén, posteriormente, se abrió otra UB, la “Capuano Martínez”, que integraban muchos y muchas militantes peronistas y una parte pesada de Montoneros. Era frecuente ver caravanas de “pintores de la noche” que empapelaban y esgrimían frases partidarias. A menudo se chocaban el ERP, la UCR, el PC, y la JP y se disputaban los espacios que más se cotizaban visualmente como el paredón sobre la calle Avellaneda –lindando con el Club Ferro Carril Oeste y las vías del tren-, el que bordea la escuela Santa Brígida frente a la Plaza Irlanda y más sobre el territorio de Flores, los paredones que hoy ocupan la Plaza Aramburu (sobre Av. Avellaneda) y Plaza La Pampa (sobre Av. Gaona).

“Nunca tendremos raíz,

nunca tendremos hogar,

y sin embargo, ya ves,

somos de acá.”

Los ’70 llegaron con transformación, con represión, se montaron en el caballo de la parca que provocó el régimen militar de Videla, Viola, Massera y compañía, pero fueron también épocas de esperanza, de lucha, de homenajes como las misas por Felipe Vallese en la Basílica de Nuestra Señora de los Buenos Aires –sobre Av. Gaona- con pancartas y estandartes; épocas con abogados que se jugaban a pesar del riesgo de ser chupados –como los doctores Ortega Peña, Duhalde o como recuerdan algunos militantes, “uno de bigotes que era del Comfer, que se jugaba en sacar a compañeros de Flores”.

La militancia resistía, Goitía y Sanmartino –ex trabajadores del Corralón Municipal de Gaona y Gualeguaychú (en Floresta)- desaparecían, otros militantes eran “voladores” o “volandos” –como los describía la Federal-, porque estaban en el aire, no estaban asentados, desde ya, en los libros de ingresos en las seccionales. Recuerda una fuente que el Comisario Míguez, de la 50 –sobre Gaona- frente al paredón que hoy erige la Plaza La Pampa salía todas las noches con un carro de asalto del Ejército a chupar gente.

Uno de los casos lo vivió el recordado Cachito Ropero, que vivía en Juan B. Justo y Cuenca, donde la avenida pega la curva; como eran nuevos en el barrio, cruzaron la calle para saludar a unos vecinos cuyos hijos se habían hecho amigos. Mientras estaban dentro del hogar llegaron dos Falcón que se estacionaron frente a su casa. Cacho, espectador de lujo, veía el procedimiento desde el otro lado. Su padre, recordado como un hombre macanudo, divino, los mudó a la provincia donde permanecieron escondidos durante un tiempo largo y se apersonó en la Comisaría para realizar la denuncia de que su hijo había desaparecido.

El caso de Cacho era uno más de los que se multiplicaban permanentemente entre 1976 y 1982, en un barrio de compromiso militante, de ideas de transformación, de desapariciones. Una era en la que nos preguntamos a menudo si –como ocurrió con el régimen fascista de Mussolini y nazi de Hitler- el pueblo pudo haber reaccionado, pudo haber dicho basta, aunque el miedo paraliza, aunque el miedo destrona los valores más justos del ser humano. Hubo gente comprometida, sí, que reaccionó, hubo madres desesperadas que comenzaron a danzar su grito de auxilio y a enarbolar los pañuelos de la memoria, la verdad y la justicia: También hubo cómplices y testigos que prefirieron carronear, hubo niños expropiados, hubo un demonio y hay otra historia... que se está escribiendo.

“Vibramos como las campanas,

como iglesias

que se acercan desde el sur,

como vestidos negros

que se quieren desvestir."


En Flores se tejió parte de una historia que debe ser contada. Desde el secuestro de Vallese –primer hito de una desaparición- la militancia apostó sus banderas a la reivindicación de su muerte, en ese andar se construyó un modelo de cambio, hacia un país justo. Hubo quienes destronaron el Poder del Pueblo para erigirlo en el Terror del Estado, de un Estado militar, que combatió a la clase militante y que secuestró, torturó, asesinó y desapareció a miles de personas, cobrándose sus bebés como botín de guerra y sus propiedades, sus mobiliarios, sus pertenencias económicas. La militancia de Flores logró, con el advenimiento de la Democracia, que la calle Canalejas lleve el nombre de Felipe Vallese. El resto de la historia se sigue escribiendo...

“Yo siempre te he llevado

bajo mi bufanda azul

por las calles

como Cristo a la cruz."


Texto elaborado a partir de Recuerdos de Carlos Tedeschi, militante de la JP en los ’70. Frases en bastardilla de la canción de Charly García “Los sobrevivientes” (1979).

Nota inédita escrita para un libro de Derechos Humanos y Militancia que no llegó a salir, solicitado oportunamente por la Secretaría de Descentralización del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en 2007.