Dossiers Culturales

Durante el período septiembre de 2005 a marzo de 2006, coordiné y editamos junto con el equipo de Prensa y Comunicaciones del CGP 7, Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, los Dossiers de Poesías “Crepúceo. Vates sin cancel”, de Cuentos “Crepúceo. Cuentos breves”, de Derechos Humanos “Cuadernillo de Derechos Humanos”, de salud “Cuadernillo de Salud” y de Cultura en Vacaciones “Cuadernillo Arcón de la Cultura”.





Hijos de la luz

Desterrados como criminales del vientre de mamá,

del cobijo de papá, los niños no dejaron de llorar,

Fueron sus almas las que guiaron el andar de sus abuelas.

Fueron sus ojos los que abrieron el futuro.


Cansados de esperar se agruparon, los hijos de la memoria...


Anduvieron caminos de desarraigo, forjaron la cruz de los días

que el tiempo borró cuando el blanco de las telas se hizo pelo.

Fueron las manos madres las que sumaron otras al canto.

Fueron sus voces niñas las que cantaron “aquí estoy”.


Peregrinos del dolor, envueltos en la mentira, vieron verdad...


Los pañuelos se multiplicaron, se hicieron luz.

No dejaron de buscar sus escarpines perdidos.

Los sones de la gloria en el viento del encuentro

dieron rostros a esos nietos, dieron llaves para volver.


Caen las hojas, amarillas, y sin embargo vuelven a multiplicarse...


en flores que embellecen vidas,

en vidas que generan sol,

en soles que iluminan almas,

en almas que se hacen voz,

en voces que derriban paredones,

que transforman realidades,

en madres que se hacen hijos

que son abuelas y la ilusión,

en ilusiones que generan esperanzas,

que abren los caminos,

que vuelcan el destino y dicen nunca más...


Caen las hojas amarillas y sin embargo vuelven a multiplicarse.



Una película


una sentencia cayó

y el verdugo lloró

se aquietó el hacha

que destruye pensamientos

un aguijón picó

y el cuerpo alivianó

de nada vale un dedo

machacando el odio.


El último reino

Ahora que los mundos se alejan

y que el tiempo se detiene sin pensar

en el hoy quiero

encontrar el silente lugar


Allí donde el jugo de tu lumbre se hizo sol

y donde las esquirlas cavaron tu tumba

allí donde el cierzo nos dijo que no

y donde ese no al cuadrado se erigió en un sí


Ahora que tus labios se atreven a besar

esas bocas mi boca infinita

siento que puedo pirar


Ahora que los misterios se desvanecen

lloro por lo que es

la hendija

lateral absorbe cada pena

enlutada en el mármol sempiterno

que signa los tiempos de nuestro tiempo

del ya jamás nunca jamás


Ahora que aprendí aprendo

y puedo sonreír

y más te amo...


Suite de los amantes furtivos

A

La cama está vacía,

El vino ya no sangra,

Miro por la ventana tan empañada

Que todas las sombras parecen luz.


Me sobran los motivos

Para esperarte. El tiempo

Que tu quieras lo tendrás.

No nos dejemos arrancar

Este sabroso placer.


B

Andás por las calles mendigando sueños.

Tenés que esconder tu amor en el silencio.

Llevame hasta la frontera de los vientos.


C

Que voz sea cuerpo quiero yo.

Alguien lo desgramó en el muro.

Y fue para siempre.

Debajo del fuego que luce

En tu cuerpo hay agua transparente

Que ilumina tus ojos.


D

Un nuevo día es tanto

Que hace bien

Y que salva.


Perseguiré la luna

En las mañanas frías

Que contagian mi alma

De un fervor sin igual.

Estos poemas fueron publicados en el Nº 1 de "Crepúceo. Vates sin cancel", en septiembre de 2005.
Hijos de la luz fue escrito el 29 de mayo de 2005 y estrenado el 3 de junio de 2005 por la actriz María Ibarreta.

Una película fue firmada como Enrique Liste y rebautizada para su edición en libro como "Una película I".
El último reino y Suite de los amantes furtivos fueron firmadas como Enrique Liste.




Colores grises

(...) Se hizo tarde, el sabor del roce se esfumó, se sentía un tanto fastidiado, salió y anduvo un poco más hacia parque Lezama. ¿Por qué? ¿Para qué? A medida que se alejaba más de su casa lo seducía todo. Pero pensaba que no estaba bien aventurarse tanto. Las luces se cerraban a una imponente luna llena que se presentaba perfecta, seductora, frágil. Miró a lo lejos por la avenida Brasil, tuvo miedo, quiso volver, caminó en dirección al centro de la ciudad de nuevo. Era tarde, pero era temprano para un feriado. Así que decidió andar un poco más callejeando. Iba bastante cansado, bien aliviado y algo bebido. Al hacer unas tres cuadras se le aparecieron dos perros grises de hocicos negros y esculturales que despertaban temor, un macho y una hembra. No hubiera podido describir la raza. Nunca antes la había visto ni la volvió a ver de nuevo. Bastante grandes y fastuosos, temerosos, con caras de querer hacerle algo.

“¡Asesinos en potencia!”. (...)



El texto es un fragmento del cuento Colores grises de próxima aparición en un libro.
Fue publicado en el Nº 1 de "Crepúceo. Cuentos breves", en octubre de 2005 y firmado como Enrique Liste.





Los textos del presente Cuadernillo fueron producidos por el Equipo de Prensa y Comunicaciones del CGP 7, bajo la Coordinación de Liliana Denis, asesora de Derechos Humanos del CGP 7, en enero de 2006.





Asepsia

el rojo polvo ya despertó de su letargo

ha sido el tiempo quien conspiró con su amor

derrotado caí entre las faldas de una pobre

mariposa colorada que fue capullo

entre las piernas de mi dolor


caigo muerto en la batalla de la cresta

de la ola que arrasó otros confines y

el dolor partió en un barco sin timón

nada importó más que el arrullo

de tu savia más que el sabor de tu sudor



Tango

Atropellás el mundo en un suspiro

que abre caminos en las nubes,

polvo al viento de un tango marchito que ya espiró.


Forjás un mundo, maquiavelo del amor,

que danza en dos por cuatro, potrancas y sinsabores;

galán de panza en tintos, sin ilusiones

más que la esperanza adolescente a flor de piel.


Un bandoneón enaltece el alma

de los perdidos y perdedores.

Un bandoneón arranca el corazón

distante del que observa sin comprender

razón por la que esquivás al tiempo.


Atropellás al mundo en un giro,

se cierran los caminos y las nubes

se tornan nieve en un tango de furia.


Todo ya fue, no es ni serán torrentes de un amor

que danza en dos por cuatro...


Un bandoneón entristece el alma

de los perdidos y perdedores.

Un bandoneón desangra el corazón

cercano de quién quiere comprender

razones por la que esquivás al tiempo.


La luna sobre Floresta (pájaros)

Me senté frente al cuaderno

y pensé

aquellos pájaros ardientes ya no vuelan...

y los pensé

antes

haciendo vientos en Floresta

enamorando la luna que me enamora a mí.


Los pensé partiendo el no lugar para morir.


Sentí una astilla de bala

raja mi alma

multiplicado me perdí en un opaco espejo

una vez más

cubriendo el horizonte

despertado

de mi luna de humo adormecido

para siempre.


Los pensé

desde mi subterráneo de cristal

que es un poco subterráneo de unos cuantos.

Los pensé en una perfección de las estrellas

despreciando la desolación de la permanencia inerte.


Pensé

no más riachuelos de Demonti,

no más cuyos de Bordón,

pensé

los redondos sin Bulacio,

ardí.


Lloré en los Pochos

rosarios de cada día (lucha),

caí

tiros en Budge,

morí

remates de la estación,

sentí.


No sé cargar con ese peso

no soy María Magdalena

No tengo manos de Fermín.


Vi sus fotos en un retrato difuso

Pensé

niños hoy

instantáneas con dolor,

pensé

Alicia ruinas sobre ruinas

no supiste discernir la cruz del percutor.


Un trinar de pájaros salvajes

pinta una luna de libertad

la misma luna que

nos enamora sobre Floresta

que es perfección eterna.


Pensé

una palabra no es el despertador de los sentidos,

pensé

el amor encontraría su lugar,

un alfiler no puede hacernos tanto daño,

es el amor

no el signo de la gorra.


Detengan todos los relojes.


Quiero cortar el aire

de los pájaros

que se animaron a gritar


Me torno luz

y me hago piel

es un adagio con sabor a luna

pájaros hendiendo el cielo de Floresta.


Pensé

las aves que parten a un no lugar

para morir

y sin embargo viven.


Estos poemas fueron publicados en el Nº 2 de "Crepúceo. Vates sin cancel", en febrero de 2006.
Asepsia fue
firmado como Enrique Liste.
Tango fue firmado como Melina e integra la obra teatral inédita "Anhedonia. El amor cambia tu sangre" del autor.
La luna sobre Floresta (pájaros) está dedicada a la memoria de Cristian, Maxi y Adrián.












Los textos que integran el Cuadernillos Cultura en Vacaciones. El Arcón de los Recuerdos fue Coordinado por el Equipo de Prensa y Comunicaciones del CGP 7. La mayoría de los textos fueron escritos por Alberto Bricchetto.




Lamentos silentes (en barcos vacíos)

(...) El suicidio de Octavio los impactó a todos. Tenía veinticinco años y un balazo le había atravesado el cerebro. Muerte instantánea, dijeron los peritos. Su cuerpo tirado en frente de plaza Pakistán (en la placita que queda encerrada entre las alas derecha e izquierda de la avenida Figueroa Alcorta), contrastando el verde del parque con el rojo sangre en su rostro. Sus ojos pardos desorbitados, tal vez desprendidos; su cabello rubio platinado, su sonrisa como sentenciando “vieron, los cagué a todos”.

La noticia corrió por el barrio. Las chusmas siempre se encargan de pasar la voz a cualquier sospecha o sospechoso. Lamentablemente esta vez era cierto. Octavio se había ido para siempre.

Hacía varios meses que venía anunciando su despedida. Nadie acusó recibo. Resultó difícil interpretar los mensajes en clave que les enviaba. Octavio era alegre, divertido, pero era también muy tímido y solitario. Había un abismo entre lo que decía y lo que vivía por dentro. No se caracterizaba por levantar el teléfono y pedir ayuda a sus amigos. Potenciaba su vergüenza, se sentía frágil exponiendo sus rollos, prefería refugiarse en la música de Genesis, la formación de Peter cantando y fumarse un porrito. Sus amigos más cercanos tampoco supieron descifrar sus necesidades. No se atrevieron a encararlo. “Che, ¿qué te pasa?”. Era tan simple como la vida que llevan en una ciudad “podrida, sin oportunidades”, como solían repetirse en cada tertulia de botellas de cerveza compartidas en la esquina donde acostumbraban a sentarse hasta altas horas de la madrugada y no hablar de nada interesante. Eso le molestaba, hablar de nada. (...)



El texto es un fragmento del cuento Lamentos silentes (en barcos vacíos) de próxima aparición en un libro.
Fue publicado en el Nº 2 de "Crepúceo. Cuentos breves", en marzo de 2006 y firmado como Sebastián Scott.